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La revelación del todo: un espejo ante lo que somos ※

Actualizado: 27 feb 2023

Autora: Verónica Mardones García


Revelación o El Relojero (Remedios Varo, 1955)


Sueños, miedos y revelaciones. Un universo lleno de interrogantes con respuestas que se alejan de la superficialidad, invita al espectador a un recorrido por el espacio, las ideas, y los elementos que propone El Relojero. Con un estilo surrealista y una técnica desarrollada, Remedios Varo combina lo místico y lo cotidiano, lo terrenal de la existencia, con lo que está más allá, concibiendo una obra con la capacidad de transmitir emociones e interpretaciones desde distintas perspectivas, y de retratar características de un arte complejo, que implica al creador y al receptor, pero que, sobre todo, se justifica por sí mismo.


El Relojero interpela a los espectadores planteando una perspectiva del tiempo y la existencia de una manera sublime. Con un trasfondo existencialista, muestra el ahora a través de la figura del relojero, un creador de objetos que ayudan a saciar la necesidad humana de controlar y conocer aspectos que nos rodean, de saber en qué momento del día o la vida estamos; es el ser del tiempo ordinario, el reflejo del humano que a través de lo material busca entender los fenómenos de nuestro entorno. Detrás vemos relojes que encierran versiones de él mismo en distintas épocas, todos marcando la misma hora, exhibiendo la pequeñez del ser humano al enfrentarse al tiempo, ya que estés donde estés, hagas lo que hagas, es inalterable. Esta mirada, devela diversas características de la creación de Varo, por un lado, la generación de emociones, intriga, temor o interés, la subjetividad es inherente en este espacio. Además, los elementos seleccionados por el imaginario de Varo, y materializados a través de la técnica que la caracteriza, logran que recibamos una obra que estimula nuestros sentidos y pensamiento crítico como lectores, invitándonos a reflexionar sobre aspectos que siempre están a nuestro alrededor, abriendo un lugar para resignificar lo cotidiano.


En esta obra, un elemento importante es esa suerte de ente de luz que entra por la ventana, que además de reflejar el interés de la autora por lo espiritual, el subconsciente, y la magia, nos permite entender de qué manera el arte permite la materialización de las ideas abstractas de Varo, el trabajo intelectual por detrás, y la profundidad de su propuesta. Entendiendo la relación mencionada entre hombre y tiempo, esta luz es esa revelación mística que se escapa de lo racional y se contrapone a lo controlado por el ser humano, representa la capacidad de que las piezas de los relojes floten, aquello que, de alguna manera, hace que la relación del tiempo y la existencia cobren sentido en la vida del relojero. La obra, además, muestra un gato mirando directamente al espectador, ilustrando la idea de que el ser humano es el único sorprendido ante la presencia de esta revelación que alberga una visión más amplia del mundo. Se retrata un adentramiento a la consciencia a través de elementos que plasman las ideas de la autora, enlazados a una técnica que facilita su discurso a través del manejo de luces, texturas, escalas y formas.


El relojero, juega con lo onírico, creando un universo que indudablemente alberga ideas, experiencias, influencias y temores de Varo; y a pesar de que la artista es esencial en la concepción y creación de la obra, una vez exhibida, esta adquiere vida propia. Se convierte en un espacio lleno de posibilidades, que puede ser mirado desde distintas perspectivas, y que ya no solo forma parte de la experiencia de Varo, sino que se aleja para ser apropiada por el mundo. Esconde capas que retratan la complejidad de nuestra experiencia como humanos, nuestra pequeñez ante la inmensidad del universo, resaltando que nuestra relación con el mundo transgrede lo controlable y racional. Se pone en evidencia las limitaciones de la mirada del hombre ante su entorno, aquello que lo atrapa y lo empequeñece cuando no ve más allá. Al mismo tiempo, esta obra nos permite ver aquello que distingue, y le otorga un valor exquisito a la existencia humana: la capacidad de crear y apreciar el arte.




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