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Eterno resplandor de la política bajo la almohada

Tatiana Siles Joffré


NBC News © Olivia Waller


Definición de política


Es habitual que, si por alguna circunstancia peculiar del universo ingresamos en un diálogo sobre política, se asuma que todos los participantes de la conversación entienden la definición de política que cada persona ha construido a partir de su profunda subjetividad. Los conceptos presupuestos son los más peligrosos, indican los teóricos del análisis crítico del discurso, especialmente porque están cargados de ideologías que pueden asumirse como conocimiento si no se analizan y contrastan con otras percepciones (Van Dijk, 2005).


¿Qué entendemos por política, entonces? Si le preguntamos a Kanye West seguramente respondería que es una esfera de marketing incompleta, planteada de manera ineficiente dado que impidió su ascenso a la presidencia estadounidense en la primera mitad del año 2021. Si le preguntamos a Michael Sodaro, en cambio, comienza su definición con un breve, y honesto, preámbulo: «concepto referido a una realidad a todos cercana, pero de contornos difusos y múltiples dimensiones» (2012, p. 20). Es esta cercanía la que se hace evidente, y por ello la definición conflictiva, dado su factor cotidiano en la vida de los sujetos que viven bajo las normas de un Estado.


Así, se refuerza esta noción de cercanía al hablar de la política en el contexto clásico griego, de la mano de Platón y Aristóteles que entienden la política como la conquista del espacio público y la manifestación de una voz, de una voluntad. Esas nociones más clásicas son las que aplican, definitivamente, los vecinos de Miraflores en La Paz, que llevaron a cabo un evento informal para celebrar con ironía el cumpleaños de un bache que ya llevaba un año ahí. Este reclamo y conquista del espacio público dio como resultado el arreglo de dicha imperfección en la calle al día siguiente (Página Siete, 2021). Sin embargo, resuena la pregunta nuevamente: ¿queda la política relegada a la esfera pública, y una vez dentro del hogar los mecanismos de poder se rigen bajo fuerzas ajenas a la política?


Bajo esta lógica, si la política y el Estado ignoran lo que sucede en la privacidad de los individuos, se llega a una suerte de zona sin regulaciones, sin gobierno y sin Estado, por lo tanto, no se reconoce una autoridad capaz de ejercer regulaciones. Estas ideas se asemejan a la concepción atroz para Thomas Hobbes (1651) del «Estado de guerra», cuya inexistencia del Estado genera un escenario de perpetua competencia por las ganancias, la seguridad y la gloria. Donde existe «continuo temor y peligro de muerte violenta; y la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve» (p.52). Por ello es problemático asumir que el Estado, las leyes y la política no tienen cabida en la esfera privada, tanto como en la pública.


Es así que, identificando estas falencias de concepciones limitantes como herencia del pensamiento moderno, propongo una aproximación a la definición de política, recuperando a Sodaro y a la síntesis de teoría feminista de Chuliá y Carol Pateman, (cuyo pensamiento articulado puede apreciarse en posteriores párrafos):


Política es el agujero negro ineludible, envolvente, cuya fuerza opera a favor del poder de turno, que persigue objetivos colectivos del grupo de poder y aborda sus conflictos en el marco de una estructura de reglas, procedimientos e instituciones, con el objetivo de alcanzar soluciones y adoptar decisiones aplicables por la autoridad estatal (en sus diferentes niveles político-administrativos) al conjunto de la sociedad, tanto en la esfera pública como en la privada.




La política bajo la almohada ¿Se puede huir de ella?


¿Qué es lo público y qué es lo privado? Las concepciones modernas y liberales indican, a grandes rasgos, que la vida detrás de las puertas del hogar, constituye ya un territorio íntimo, alejado y ajeno a las preocupaciones políticas. Sin embargo, en teoría de manera igualitaria. Pero dicha concepción no es del todo cierta. Realizando una revisión a las nociones de libertad que defiende a capa y espada el liberalismo, es posible hallar falencias desde el mismo seno de su concepción moderna, ya que Rousseau expresó en El contrato social (1762):


«¿No se mantiene la libertad sino con el apoyo de la servidumbre? Puede ser. Los extremos se tocan. Todo lo que no está en la Naturaleza tiene sus inconvenientes, y la sociedad civil, más que todos los demás. Hay situaciones desgraciadas en que no puede conservarse la libertad más que a expensas de la de otro y en que el ciudadano no puede ser perfectamente libre si el esclavo no lo es en otro extremo» (p. 123)


Es así que puede comenzar a visibilizarse un evidente hueco que carcome los cimientos de la teoría liberal: hay libertades que solamente se pueden garantizar a expensas de las libertades de otro. Tomando las declaraciones de Rousseau de manera figurativa respecto a la «servidumbre», como aproximación al trabajo no remunerado que responde a una lógica de propiedad, no es complicado tomar este antecedente y contrastarlo con las declaraciones de Chuliá (2006), que indica: «gracias a que las mujeres han desempeñado en el seno de las familias y de modo exclusivo ese papel clave en la reproducción social (es decir, en la maternidad, la crianza y el cuidado de los miembros más vulnerables), los varones han podido adquirir el protagonismo del que disfrutan en la sociedad civil y el Estado» (p. 29). ¿Cómo no involucrarnos, entonces, si la política bajo la almohada también vive bajo la nuestra?


De las menciones que ha habido sobre la mujer en los textos de pensadores o activistas, las alusiones son despectivas, denigrantes, propias de la lógica social de la época (realizando una lectura histórica). Para ejemplificar, es posible recordar a Maximilien Robespierre, activo actor político a favor de la Revolución Francesa y la instauración de la Constitución. Que comentó, en uno de sus múltiples discursos en el ámbito público, dentro de la Asamblea Nacional el 14 de julio de 1791, titulado Sobre la inviolabilidad real:

«Así, pues, no examinaré aquí si es cierto que la fuga de Luis XVI ha sido debida al crimen del señor Bouillé o de algunos ayudantes de campo, de algunos guardias del cuerpo o de la aya del hijo del rey; no examinaré si el rey ha huido voluntariamente, o bien si desde fuera de nuestras fronteras un ciudadano lo ha raptado con la fuerza de sus consejos. Tampoco examinaré si los pueblos pueden creer todavía hoy que los reyes pueden raptarse como puede hacerse con las mujeres…» (p. 30).


Es, justamente, a partir del fragmento del discurso de Robespierre que se ejemplifica con claridad esta incompatibilidad entre el contrato social, propuesto inicialmente por Rousseau (1762), y el contrato sexual que describe Carol Pateman (1995), en el cual indica los distintos significados que adquiere el cuerpo como espacio político, haciendo que el de los varones esté asociado a la capacidad de crear y mantener el orden social y político, y limitando el de las mujeres a la capacidad de dar a luz vida física. Por ello, Pateman plantea que «individuo» y «contrato» son categorías patriarcales[1]. Dando como resultado que dichos conceptos sean incompatibles con «feminismo», proyecto sociopolítico que debe buscar la generación de relaciones libres y de autonomía para la mujer, mucho más cuando ello supone una reestructuración del Estado, a partir de la concepción de política. Si se busca reformar, mejorar y evolucionar nuestra calidad de vida, no se puede hacerlo con una zona de opacidad tan latente como lo es el trabajo dentro de casa. Tal ejemplo sirvió para mostrar cómo la política es cercana, no solamente por el bloqueo vecinal que podemos organizar con la OTB, sino también cómo el escenario político nos envuelve y nos hace partícipes de cuestiones que creíamos inexistentes.


Así, planteo esta idea de la política bajo la almohada: esta invasión del agujero negro inevitable, lleno de restricciones ideológicas dentro de la más profunda intimidad, como lo es el hogar y el cuerpo, en constante exposición con la figura de la almohada, que ejerce influencia en nuestros sueños, limitándolos según nuestra tendencia a asumir que cierto pensamiento se encuentra en la incuestionable categoría de conocimiento. Por ello es preciso preguntarnos:



¿Es importante participar en un escenario ineludible como lo es la política?


Con esta nueva propuesta de incidencia política a partir de la definición planteada en un inicio, llegando incluso a significar nuestro cuerpo como escenario de conflicto de disputa del poder, es fundamental participar de la política, porque estamos expuestos a que tomen decisiones sobre nosotros y nuestro entorno constantemente. Y el poder de turno asume nuestra conformidad silenciosa, cuando realmente sólo es apatía de la vida política por creerla puramente pública.


«En filosofía política, a diferencia de lo que sucede en otras áreas de la filosofía, uno no puede esconderse», indica Jonathan Wolff (2012, p. 20), y agrega: «Pero, potencialmente, todos nosotros tenemos voz y capacidad de influir, cuando no mediante el voto, mediante la divulgación de nuestras opiniones en la escena pública o en los ambientes underground». Sin embargo, debe visualizarse esta participación dentro de un espacio de tolerancia y heterogeneidad que da la bienvenida a las particularidades en las esferas públicas, pero también privadas (Chuliá, 2006). Recordando que los sujetos tibios con miedo a la manifestación de ideas claras, también están participando de la política, perpetuando sus definiciones actuales y engañosas respecto a la igualdad, y viviendo a partir del costo de oportunidad de otros (es decir, aquello a lo que deben renunciar por tener lo que tienen), a favor de velar por su propia libertad. Repensar nuestra responsabilidad con el otro, con el que nos rodea, sea conocido o no, es necesario dado que responde a la lógica del efecto mariposa en una red enmarañada. Ser tibio nunca fue una opción, y en todo caso, la inercia siempre beneficia a los grupos de poder que se sirven del trabajo invisibilizado para seguir viviendo cómodamente. Si eso no es volverse un cómplice de la banalidad del mal (es decir, maldad que se da por falta de reflexión), ¿entonces qué lo es? Por ello es necesario participar desde nuestra pequeña comunidad, siendo conscientes de nuestros actos, y responsabilidades de sus consecuencias en las vidas que nos rodean, como en nuestra vida misma.


El eterno resplandor de la política bajo la almohada, por lo tanto, es el brillo permanente del legado ideológico inmerso en la política, que nos acosa constantemente, pese a que creamos que es inofensivo. Pero la apatía es peligrosa, y la ignorancia lo es aún más. Este texto no busca infundir miedo, pero intenta generar conciencia, justamente sobre acciones mecánicas inconscientes, que reproducen, fortalecen y alargan la vida de ideas invasivas, restrictivas, que no le hacen bien a nadie más que los grupos de poder escondidos detrás de la comodidad de su oportunismo.


Referencias bibliográficas


Chuliá, E., & Agulló, M. V. (2006). La teoría política Normativa: Algunos Debates Contemporáneos. MJ Sodaro.(2006). Política y Ciencia Política. Una introducción. Madrid, España: McGraw-Hil.

Página Siete Digital (10 de mayo 2021). Vecinos de Miraflores festejan el «cumpleaños» de un bache de su zona. Página Siete. Recuperado de https://www.paginasiete.bo/sociedad/2021/5/10/vecinos-de-miraflores-festejan-el-cumpleanos-de-un-bache-de-su-zona-294553.html

Pateman, C. (1995). El contrato sexual. Barcelona, España: Editorial Anthropos.

Robespierre, M. (1973). La revolución jacobina. Editorial digital Titivillus.

Rousseau, J-J. (1762). El contrato social. Madrid, España: Editorial Espasa Calpe S. A.

Sodaro, M. J. (2006). Política y Ciencia Política. Una introducción. Madrid, España: McGraw-Hil.

Wolff, J. (2012). Filosofía política. Una introducción. Barcelona, España: Editorial Planeta S. A.


[1] Entendiendo patriarcado como una organización a partir de las necesidades y beneficios masculinos, en cuya cabeza al mando, justamente, se encuentra el patriarca. Este sistema opera como método de sujeción respecto a las mujeres, mientras que respecto a los varones ejerce como derecho político (Pateman, 1995).



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